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Las pensiones públicas: mitos y realidades

Las pensiones españolas no son, ni mucho menos, tan malas como se suelen pintar

La sociedad debe ser consciente de la magnitud del gasto en pensiones para buscar soluciones sostenibles en el futuro

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El presente y, sobre todo, el futuro del sistema de pensiones es uno de los problemas que más preocupan a los españoles, y con razón. Gracias a una esperanza de vida creciente y situada entre las más altas del mundo, pero también al descenso de la natalidad y a la llegada a la edad de jubilación de la generación del baby boom, la población española está envejeciendo rápidamente, con la consiguiente presión al alza sobre el gasto en pensiones. En este contexto, un sistema público de reparto cuya situación financiera ya es deficitaria, incluso en el mejor momento del actual ciclo económico, supone un problema serio y complejo que exigiría un debate amplio, profundo y realista.

En nuestra opinión pública, sin embargo, dominan juicios de valor simplistas y percepciones injustificadas sobre el desempeño de nuestro sistema de pensiones, que tiende a presentarse como cicatero e insuficiente. Combinadas con la incomprensión de las magnitudes económicas relevantes, tales percepciones llevan a menudo a avanzar propuestas que no son factibles o atentan contra la equidad intergeneracional.

Fedea presenta hoy un trabajo de Miguel Ángel García en el que se argumenta que los datos no justifican una visión tan negativa de la suficiencia de las pensiones públicas españolas. Entre otras cosas, se muestra que éstas están entre las más generosas de la UE en relación a los salarios y que ofrecen retornos muy generosos en relación a las aportaciones realizadas por trabajadores y empresarios, lo que está en el origen de los problemas de sostenibilidad que tan visibles se han hecho en los últimos años. Aunque no existen soluciones mágicas e indoloras para el problema, el estudio también concluye que nuestro sistema público de pensiones puede ser financieramente viable con prestaciones similares, en términos relativos, a las de otros países europeos.

El auténtico reto es conseguir un equilibrio que combine suficiencia con equidad individual e intergeneracional. Porque no defiende mejor el sistema público de pensiones aquel que promete las prestaciones más generosas sin reparar en medios, sino el que garantiza permanentemente el pago de pensiones razonables sin trasladar cargas excesivas a las próximas generaciones.