La transición energética mundial está en marcha y todo indica que va a acelerarse en los próximos años. La Unión Europea se ha posicionado al frente de la misma por razones climáticas, de competitividad y, como se está poniendo de manifiesto en el transcurso del último año, como una vía fundamental para reducir su dependencia energética.
En ese contexto, Fedea publica hoy un trabajo del economista ambiental Antxon Olabe en el que se analiza cuál está siendo el progreso en la transición energética. Para ello, el autor repasa las obligaciones asumidas, los documentos de planificación estratégica asociados y los objetivos que en ellos se plantean. Esa planificación se basa en tres elementos rectores: la comprensión de la crisis del clima, el papel central de la respuesta climática en la estrategia de crecimiento y de proyección exterior de la Unión Europea y, por último, las ventajas comparativas de España en el proceso de transición energética. El autor enfatiza, además, la convulsión derivada de la invasión rusa de Ucrania y su efecto de aceleración sobre el proceso de transición energética. En ese sentido, apunta al incremento del objetivo de penetración de renovables sobre el consumo final de energía para 2030, que podría situarse en torno al 42,5% (frente al 32% actual).
El trabajo indica que las emisiones mundiales de dióxido de carbono se han estabilizado, registrando en 2022 niveles ligeramente inferiores a los de 2019. El autor señala que la medida más eficaz y eficiente para avanzar hacia los objetivos acordados en París es el cierre generalizado del carbón, en particular en la generación eléctrica. También recuerda la necesidad de limitar a 1,5º C el incremento de la temperatura a finales de este siglo, para lo que resulta clave alcanzar la neutralidad mundial en carbono a mediados de este siglo y la del resto de gases de efecto invernadero poco después. En ese sentido, indica que, aunque los avances no han sido los deseados, sí ponen de manifiesto una mejora con respecto al escenario business as usual previsto en el Acuerdo de París de 2015. En cualquier caso, señala que serán clave las decisiones que adopten un pequeño grupo de países, que concentran un porcentaje muy sustancial de las emisiones globales. El trabajo analiza las principales decisiones tomadas por estos países, particularmente China, Estados Unidos y la Unión Europea. En particular, se señala el paraguas proteccionista que brinda la Production Defense Act en Estados Unidos en los ámbitos de los materiales críticos y en los segmentos más valiosos de las cadenas de valor de la red de transporte y distribución eléctrica.
Por lo que respecta a España, el trabajo analiza los principales objetivos planteados en el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC). En el caso del sector eléctrico, enfatiza el papel que está jugando la retirada de la generación con carbón para la reducción de emisiones, el fuerte crecimiento de las tecnologías de generación renovables y el importante aumento observado en el autoconsumo, que puede alcanzar los objetivos más ambiciosos fijados en su hoja de ruta.
Adicionalmente, en el trabajo se pone de manifiesto que el consumo medio de energía primaria en el periodo 2019-2021 fue inferior al de 2015 (con una reducción del 5 por cien) y se resalta también la mejoría en el grado de dependencia energética. Sin embargo, se señala que el ritmo actual de penetración de las renovables no es suficiente para alcanzar el objetivo del 42 por cien para 2030 previsto en el PNIEC, lo que se debe a que los avances fuera del sector eléctrico son, hasta la fecha, muy reducidos.
Finalmente, en relación con las emisiones, el autor recuerda que las emisiones medias de gases de efecto invernadero procedentes de la generación eléctrica a lo largo de los tres últimos años (2020, 2021 y 2022) se han reducido en un 50 por cien respecto a las del año 2015, si bien en 2022 han aumentado de forma notable respecto al año anterior. Ello ha contribuido al aumento de las emisiones globales de España el pasado año. Pese a ello, el autor considera factible alcanzar el objetivo del PNIEC de lograr una reducción de las emisiones brutas del 23 por cien en 2030 (con respecto a 1990), si bien indica que se habría vuelto más difícil aumentar la ambición climática en la próxima revisión del PNIEC en la proporción que le hubiese correspondido a nuestro país para igualar el aumento europeo. En concreto, señala que sería realista que en la próxima revisión nuestro país formule un objetivo de reducción de sus emisiones brutas totales cercana al 30 por cien.
Más información
Olabe, A. (2023). “Apuntes sobre la transición energética de España”. FEDEA, Colección Apuntes no. 2023-03, Madrid.
Foto: Wayne S. Grazio