Xavier Fageda y Ricardo Flores-Fillol
El gran peso que tiene el coche como medio de movilidad en grandes ciudades genera importantes externalidades negativas en términos de congestión, contaminación y accidentes.
En particular, el problema de la congestión viaria en núcleos urbanos se explica porque la oferta (infraestructura) es incapaz de absorber la demanda, sobre todo a primera hora de la mañana y a última hora de la tarde, que es cuando existe la mayor necesidad de desplazamientos. La coexistencia de una oferta fija y de una demanda muy variable (caracterizada por horas punta y valle) conlleva un dilema importante: si la oferta es la adecuada para atender la demanda en las horas punta, habrá exceso de capacidad en los períodos valle; en cambio, si la oferta es la adecuada para atender la demanda en horas valle, habrá exceso de demanda en los períodos punta. El segundo escenario es el más habitual en las grandes ciudades.
El resultado es la congestión de las infraestructuras que se traduce en grandes atascos que representan problemas para los ocupantes de los vehículos y, simultáneamente, para los habitantes de las ciudades que encuentran sus calles bloqueadas por un número excesivo de vehículos que producen ruido y contaminación. Las pérdidas son múltiples en términos económicos, de tiempo perdido y de salud pública. En este sentido, la relación entre congestión y contaminación es clara pues el uso de marchas cortas a velocidades reducidas tiene un efecto notable en la emisión de sustancias contaminantes. De hecho, las emisiones contaminantes son la causa principal de la muerte de 3,3 millones de personas al año en el mundo (más que el SIDA, la malaria y la gripe juntas) y no hay duda que el tráfico es una de las principales causas (aunque no la única).
Pese a la dimensión del problema, parece que las autoridades competentes (fundamentalmente, los Ayuntamientos) no disponen de análisis rigurosos que les permitan tomar medidas efectivas y eficientes. A menudo, la congestión urbana y la contaminación que genera se consideran como un mal endémico de difícil o imposible solución que es inherente a las grandes ciudades.
Ante un problema de este tipo en el que la demanda supera con creces a la oferta en determinados períodos, evidentemente la solución pasa por i) mejorar la oferta de accesos a las ciudades, lo cual suele ser muy caro y complicado en las grandes urbes que ya disponen de infraestructuras maduras (y que, además, puede tener el efecto opuesto al deseado en términos de congestión si la mejora de la oferta se ve correspondida con un aumento de la demanda como respuesta a la reducción del coste generalizado del viaje), ii) promover el transporte público, que en el caso de metros, trenes ligeros o de cercanías no suele estar en manos de los Ayuntamientos, o iii) limitar la demanda, que suele ser lo más sencillo y efectivo.
En lo que se refiere a las medidas restrictivas de demanda, se pueden agrupar en dos grandes bloques: i) mecanismos vía cantidades, o ii) mecanismos vía precios. El ejemplo más claro del primer bloque es la prohibición de circular a coches con matrícula par/impar en días alternos, como ha ocurrido recientemente en Madrid o París (medidas similares se han adoptado en Pekín, Bogotá, Quito, Caracas o Santiago de Chile). En cuanto al segundo bloque, encontramos los “peajes de congestión” que se aplican actualmente en ciudades como Singapur, Londres, Estocolmo o Milán (donde los vehículos que acceden al centro de las ciudades en las horas punta deben pagar), o el caso de San Diego (donde coexisten carriles de pago y carriles gratuitos).
El mecanismo vía cantidades presenta los problemas de i) ser indiscriminado e ineficiente (no distingue entre diferentes tipos de usuarios), ii) ser difícil de implementar (puesto que se crean mercados de matrículas falsas, como ha ocurrido en Bogotá), iii) tener efectos perversos, ya que genera incentivos en los usuarios a comprar un segundo coche para disponer de uno con matrícula par y otro con matrícula impar, lo que agrava la congestión y más aún si se trata de coches baratos y antiguos que son especialmente contaminantes (como ha pasado en Pekín, Bogotá o Caracas) y iv) ser potencialmente regresivo dado que las familias con más de un vehículo tendrán más probabilidades de poder sortear la medida.
En este trabajo, explicamos las ventajas asociadas a los mecanismos vía precios y proponemos un sistema de peajes de para resolver de forma rápida y eficiente los problemas de congestión y contaminación en ciudades como Madrid o Barcelona. La puesta en marcha de un sistema de peajes viable debe abordar no sólo consideraciones de eficiencia sino también de equidad en la medida que parte de las dificultades relativas a su implementación está asociada a la idea errónea de que son inevitablemente regresivos. Un mecanismo de precios óptimo debe afrontar de forma global todos los efectos negativos que se derivan del uso del coche.